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Preocupación por el incremento de tiroteos masivos

Foto: Archivo

Francisco Machalskys- Como si de una vieja manguera calcinada por el sol se tratase,  sellada con masking tape para tapar una cantidad creciente de agujeros por donde escapa irremediablemente el agua a borbotones mientras nuevas fisuras aparecen, el número de tiroteos masivos sigue registrándose de manera cotidiana y creciente en el extenso territorio de la Unión norteamericana, al punto angustiante de que quienes aquí residimos pareciéramos no alarmarnos más de la cuenta, y sólo damos gracias por no haber estado en el lugar y el momento  equivocados.

Así, el último de estos escalofriantes sucesos, tipificados policialmente como tiroteo masivo, tuvo lugar hace apenas días en Chesapeake, Virginia, perpetrado por Andre Bing de 31 años, empleado de Walmart desde 2010 y al momento ostentando el cargo de manager, quien abrió fuego en medio de una reunión de trabajo donde se  discutiría el plan de acción del día. Simplemente dijo “señores, una noche ligera nos espera” y, sin más, sacó una pistola, con la que segó la vida de seis personas e hirió a otras tantas, para luego, según parte policial, quitarse la vida. “Fue todo tan rápido que pensé que era una broma”, dijo uno de los asistentes a la reunión, apenas empleado días atrás.

En condiciones normales este suceso habría causado tremenda estupefacción, de no ser que, a menos de un mes, en ese mismo estado se produjo el asesinato de futbolistas en el interior de un bus adscrito a la Universidad de Virginia; sin contar la escandalosa ejecución cometida en el interior de un bar gay en Colorado, que tuvo amplia difusión mediática, y otras 33 acciones similares acaecidas en este mes de noviembre, que aún no concluye, en diversos estados de la Unión.

Y es que, según artículo publicado por el Washington Post, no ha pasado ni una sola semana de 2022 en la que no se haya informado de al menos 4 tiroteos masivos en algún lugar de nuestro país, sin contar que para la fecha la cifra de víctimas fatales supera las 600 personas asesinadas en lo que va de año, acorde a lo publicado por la agrupación Gun Violence Archive (“Archivo de Violencia Armada”, como traducción sugerida al español).

La problemática, de vieja data en los Estados Unidos de Norteamérica, y a estas alturas tema de discusión bizantina, particularmente entre los dos principales polos ideológicos del país, no hace más que incrementarse. Cabe destacar que en 2019, 517 murieron en estas circunstancias; en 2020, con un escenario de cuarentena mundial a causa de la pandemia causada por el Covid-19, el número de personas asesinadas fue de 446; en 2021 se llegó al récord de 705 caídos; una cifra que amenaza con palidecer ante las 671 personas asesinadas en tiroteos masivos para octubre de 2022.

Esta es, sin duda, la mayor expresión de violencia urbana descrita en nuestro país, que va apoderándose de mayores espacios como aulas educativas (escuelas primarias, secundarias y hasta universidades), locales de consumo masivo (automercados y centros comerciales) y hasta puntos de entretenimiento (como bares, pubs y áreas de conciertos multitudinarios). No en balde, uno de los peores tiroteos ocurrió en Las Vegas, 2017, durante un concierto al aire libre en el que un hombre disparó un arma automática, matando a 59 personas.

Precisamente, la aparentemente fácil disponibilidad de armas por parte de la población estadounidense, amparada legalmente en la interpretación extrema de la conocida Segunda Enmienda de la Constitución Nacional, es uno de los factores sobre los que pesa la ocurrencia de tales hechos. En este sentido, la adquisición de armas de fuego alcanzó en 2020 el récord de 21,5 millones de piezas vendidas, para ubicarse en 2021 en la nada desdeñable cifra de 19 millones. Según informes de las casas distribuidoras, las armas comercializadas estaban destinadas a “la cacería y la defensa personal”.

Bajo el amparo de la Segunda Enmienda constitucional como una expresión extrema de libertad personal, la posesión indiscriminada sigue, dividiendo profundamente la opinión de la sociedad estadounidense. De hecho, la primera masacre en masa de la que se tiene noticia se ubica en 1920, cuando en Occoe, Florida, una turba de hombres blancos mataron a residentes negros que deseaban votar en una elección presidencial.

Llama la atención, pues, que de los 50 estados de la Unión, exista regulación de armas (sin llegar a prohibición) sólo en Minnesota y Virginia, mientras que se imponen severas limitaciones a las armas de asalto en California, Connecticut, Hawaii, Maryland, Massachusetts, New Jersey, New York y Washington.

Entretanto, el problema sigue atascado en el cuello de botella representado por la Segunda Enmienda, aun cuando atacantes espontáneos continúan sembrando muertes de inocentes y una amarga sensación de inseguridad cuando se pretende hacer vida tranquila en espacios públicos. 

Demócratas y Republicanos anunciaron llegar a varios acuerdos para restringir el acceso a las armas de fuego, “avance” que celebró el presidente Joe Biden, proclive a una necesaria restricción, pero no por vía de un decreto federal. Pese al beneplácito, Biden reconoció que tal anuncio “no incluye lo necesario para salvar vidas”.

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