Alexis Quintar- El pasado 3 de septiembre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, realizó un inesperado e importante anuncio en sus redes sociales, con el cual ha generado un gran revuelo en suelo mexicano. Mediante una publicación en su cuenta de Twitter, el mandatario comunicó que la construcción del Tren Maya vuelve a tomar su curso. “Con absoluto apego a la legalidad, paciencia y el apoyo de la gente reiniciamos los trabajos del tramo Cancún-Tulum. No procedieron los amparos en lo jurídico, en lo ambiental, ni en lo social. Habrá Tren Maya”, escribió López Obrador.
Del mismo modo, el presidente añadió: “El Tren Maya, solo en el estado de Campeche, contará con 523 kilómetros de vías férreas, 11 estaciones y paraderos para llegar a las zonas arqueológicas de El Tigre, Calakmul, Edzná, la Isla de Jaina y, entre otras bellezas, la ciudad amurallada de Campeche”. Independientemente de que aseguren que la línea de tren de pasajeros y de carga, que tendría casi 1000 millas de largo, ayudará a revalorizar y activar la economía del lugar, la gran mayoría de la población se niega a creerlo y crece la preocupación.
En este ostentoso proyecto se gastarían más de 45.000 millones de dólares y por ello lo convierten en una de las obras más importantes del país en los últimos tiempos. Por más que algunos funcionarios, científicos y activistas se opongan a esta colosal obra, debido al tiempo en la que fue estipulada y el impacto ambiental que producirá en la zona, el presidente se negó a retrasar el proyecto y quiere que el tren esté en marcha antes de que termine su mandato en 2024. Hay que mencionar que los ingenieros que se hicieron cargo de esta gran infraestructura estipularon que la creación de la ruta ferroviaria tardaría 15 años para que esté ejecutada, sin embargo, el presidente de México le dio al proyecto solo cuatro años para su finalización.
En los próximos días comenzarán las obras en la Sección 5, el tramo más polémico del tren, la cual unirá las paradisiacas playas de Cancún hasta Tulum en la Península de Yucatán. Uno de los grandes conflictos con los que se enfrenta la realización de este proyecto es la deforestación indiscriminada que habrá en lo que se considera la segunda selva más grande de América, en donde viven miles de animales, entre ellos, los jaguares, quienes están en peligro de extinción. En este sentido, López Obrador aludió que solo se trata de unos “pocos arbustos” ante el enojo de los cientos de ecologistas que se manifestaron al respecto.
Hace unos días, The New York Times publicó las declaraciones que realizó el biólogo, José Urbina Bravo, el cual se mostró bastante indignado por las apuradas decisiones que tomó el presidente. “Está abusando del decreto de seguridad nacional para sacar adelante este proyecto que ha sido turbio desde el principio”, indicó Urbina Bravo. En el 2018, cuando se dio a conocer este plan, el mandatario reconoció que “no se cortaría ni un solo árbol”, aunque es de público conocimiento que eso no fue así.
Otra de las voces que no está dispuesto a escuchar el presidente es la de los científicos, ya que en la zona hay reliquias arqueológicas que hasta el momento nunca fueron analizadas. Más allá de que el gobierno efectuó diversos estudios económicos y ambientales, la obra tuvo tantos cambios que todo ese trabajo quedó sin relevancia. Recordemos que con tal de acelerar el , la ruta fue cambiada unas siete veces para poder “cumplir con el plazo de finalización en 2024”.
Una de las decisiones que ponen en evidencia a López Obrador es el financiamiento que se había pactado inicialmente para este exorbitante proyecto, ya que los capitales iban a ser privados en un 90%, por ello los principales bancos de Wall Street, incluidos BlackRock y Bank of America se habían comprometido en apoyar económicamente la construcción. Tiempo después, se supo que el gobierno mexicano se hará cargo de pagar la mayoría de esta aspiración, puesto que el presidente determinó que las tasas de interés que brindaban los financieros eran demasiado altas.
En los últimos días, muchos profesionales alzaron su voz sobre la realización del Tren Maya. Uno de ellos fue el urbanista, Carlos Veloz, quien aseguró que el ferrocarril es “necesario para desarrollar la región”. No obstante, recalcó: “Pero si el tren no se planifica correctamente, podría crear más desigualdad, más problemas. Hay que hacerlo bien”.
Por su parte, Zenón Medina Domínguez, exdirector del Colegio de Ingenieros Civiles de Yucatán, quien también estudió el terreno cuando se construyó el aeropuerto de Cancún, señaló: “Los estudios deben hacerse con mucha anticipación”. Al recordar su labor en la realización del aeropuerto de Cancún, Zenón afirmó: “Nuestro trabajo es trabajar con terreno difícil y encontrar formas de construir sobre él. Los estudios del terreno del aeropuerto demoraron hasta seis meses”. No obstante, cuando el gobierno comenzó a demoler y desmalezar varios kilómetros de selva Maya, lo hizo sin ningún estudio previo.
Gerardo Ceballos, profesor de ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, fue uno de los primeros consultores del gobierno mexicano para la realización de esta imponente obra, se mostró muy afligido por los últimos cambios en la ruta del proyecto. “Todos los que conocen la zona, científicamente hablando, están preocupados por el sitio donde va a pasar el tren: sobre una de las cuevas y sistemas submarinos más grandes del planeta”, explicó Ceballos y generó más dudas sobre la realización de Tren Maya, la obra con la que Andrés Manuel López Obrador quiere coronar su mandato a como dé lugar.